El Pingüino: Estudio de la maldad
Con una escritura impresionante, de Laura LeFranc y su equipo, El Pingüino pretende estudiar y jugar con situaciones reales de forma compleja y profunda.
Qué rico se siente escribir y rantear de algo que sí me gusta. Hoy terminé de ver El pingüino y aún no termino de procesar lo que vi. La escritura de Lauren LeFranc y su equipo es impresionante. Las actuaciones de Colin Farrell y el resto del cast están a la altura de la mejor, Breaking Bad o Los Sopranos. Y una Cristin Milioti que con Sofía Falcone se merece todos los premios habidos y por haber.
En corto y por encimita, la serie inicia en donde terminó The Batman, tras la inundación y con la muerte de Carmine Falcone, el jefe de la mafia de Gótica. Ese vacío dejó un hueco a llenar para definir quién será el siguiente gran jefe de la ciudad. En el fondo, en realidad, es un estudio profundo sobre la maldad y sus orígenes.
La maldad
El logro de El pingüino, más allá de la trama —que es magistral por sí sola— está en los personajes. Tanto en la escritura, como en las actuaciones. Todos los personajes son proporcionalmente complejos y detallados, en sus acciones y sus motivos, explicando de dónde nace que se conviertan en, por decir lo menos, las personas más detestables en la ciudad.
Todos personajes malvados, a su manera. Bueno, menos uno. Una Sofía Falcone determinada a ver el mundo arder por lo que le hicieron en su pasado. Un Salvatore Maroni que, como hombre de familia, reacciona cuando el mundo arde. Un Victor hermoso que descubre que puede aspirar a más de lo que le dijeron. Un Oswald con ganas de conquistar el mundo cueste lo que cueste. Cada retrato es obscuro y profundo, pero lo que me parece más importante: es sensible.
Una representación consciente de sí misma
Últimamente me han oído mucho decir que estoy harto de los personajes grises. Y es verdad: estos personajes de moral cuestionable que, por alguna razón, generan en la audiencia (y muchas más veces de las que no, en la audiencia masculina) la fantasía de también diluir su moralidad. El Joker, Daemon Targaryen, Dead Pool. Los he visto tanto y en tantos lados, y me duele ver a tanta gente configurarlos como modelos a seguir, a quienes les huyo más veces de las que no. Prefiero a los Aang, los Ted Lasso.
Pero con El Pingüino me pasó lo opuesto, y lo agradezco. Todos, sin excepción, son personajes con los que puedes empatizar, pero que en ningún momento te llevan a pensar “yo quiero ser ese” o “yo soy ese”. Colin Fareell (El Pingüino) lo advirtió en una entrevista: “para el último capítulo, van a odiar a mi personaje”. Y eso me importa. No quiere generar iconos, sino estudiar y jugar con situaciones reales. El Pingüino es un imperdible moderno. Una serie profunda, sensible e importante. Es una narrativa trágica, cautivadora y cercana en su máxima expresión.
SOBRE EL AUTOR
E. Hauvery Cetina Karsten es un escritor y guionista mexicano, apasionado del cine y la comedia. Escribió el libro de poemas Nuestro sueño estéril y dirigió el cortometraje Casa Vacía.