House of the Dragon: No me decepcionen otra vez, por favor
Hasta ahora, la serie ha presentado una mejor adaptación de los libros y, sin duda, mejores personajes. Ya veremos si dentro de siete capítulos decimos que valió la pena esta nueva temporada.
Cuando lean esto, llevaremos ya tres capítulos de la segunda temporada de The House of the Dragon (HOTD). Me da pendiente escribir al respecto antes del fin, porque este universo ya me ha decepcionado antes… pero no puedo no emocionarme con lo que he visto hasta ahora. Así que hablaré de cómo va y ya luego les volveré a contar qué opino cuando acabe… si me trago mis palabras o no.
Sufro viendo las series producto de los libros de George R.R. Martin. Desde un final de Game of Thrones (GOT) que me arruinó toda la serie, hasta una primera temporada de HOTD que me dejó con un muy mal sabor de boca. Lo sufro porque son historias que me gustan muchísimo, con personajes complejos, humanos y entrañables que no han sabido adaptar como me gustaría. Sin embargo, lo que he visto hasta ahora de la segunda temporada me está haciendo recuperar la emoción (como casi algo respondiéndome una historia).
En corto: Si la primera temporada fue para construir el conflicto inminente entre Rhaenyra Targaryen (legítima heredera al trono) y su hermano por el Trono de Hierro, esta temporada está retratado cómo explotó ese conflicto: los errores, imprudencias y crueldades que desencadenaron, dentro de la historia de GOT, con el final del poder de la Casa Targaryen.
Primer acierto: Mejores personajes
Algo que me molestó muchísimo de la forma en que escribieron la primera temporada es cómo muchos de los personajes se sintieron bastante planos. Les dieron un arquetipo muy claro y de ahí no se movieron. Otto como el maquinador maquiavélico fácil de odiar; Daemon como un tipo bastante odiable que hicieron muy fácil de amar; Aegon como el hijo de la ñonga que hay que repudiar sí o sí, y a Alicent como una antagonista muy fácil de Rhaenyra. Así no es como funcionan las historias de Martin y se notó esa diferencia (al menos para mí, que soy bien picky con esos detallitos).
Y en esta temporada, a esos mismos personajes, les han dado muchísima más textura. Se sienten más profundos, mejor construidos. Empatizas con Otto Hightower cuando tiene que lidiar con la estupidez de su familia; lloras con la escena de los gemelos —sí, esa escena— porque es puro desarrollo de personaje en su mejor expresión, y ves a un Aegon… ¿con corazón? Al menos con una noción de paternidad que su padre no tuvo.
Y el componente más importante, en mi opinión: que el rol de Alicent y Rhaenyra como las mujeres tomando decisiones en medio de un montón de hombres babosos es mucho más claro. Se entiende el conflicto mucho más a profundidad con estas perspectivas, que sólo siendo la telenovela del domingo, y se agradece.
Segundo acierto: La adaptación
Adaptar libros a la pantalla nunca es fácil. Ejemplos sobran. Sin embargo, algo que esta temporada está haciendo de forma más evidente que en la anterior, es reconocer las virtudes de su medio y que no puede coexistir sin el libro.
Me explico: El libro en que se inspira esta serie (Fuego y Sangre) está escrito en voz de un narrador no-confiable: es una “recopilación histórica” de un estudioso, años después, reconstruyendo los eventos de la Danza de los Dragones. Esto hace que todos los sucesos suenen más épicos o los personajes más macabros, no sé. La serie, por su parte, relata cómo sucedieron los hechos, entonces puede ser real, o incluso desmentir al libro. Se vuelven dos obras complementarias no sólo una adaptación y ya.
Entonces, si el libro pone el episodio de Sangre y Queso —no spoilearé más— como un plan maquiavélico, obra de la maestría militar de Daemon, aquí se ve que no, que fue una decisión impulsiva que salió mal y terminó cobrando más factura que otra cosa (lo cual amo, porque detesto a Daemon con todo mi ser). La muerte de Lucerys Velaryon (eso es temporada pasada, no cuenta como spoiler), que en el libro empieza la guerra como un acto de venganza de su tío Aemond… aquí descubrimos que no fue tal, fue sólo un chamaco que no supo controlar a un dragón.
Contrasta esta visión con la gloria que puede imprimir el registro histórico. Hace a los personajes reales y lo matiza de una forma que, aunque ciertamente ha disgustado a varios fans, yo agradezco profundamente.
Por eso me doy chance de emocionarme. Ya les diré dentro de siete capítulos si valió la pena.