La era de la Muskocracia

Si bien Estados Unidos nunca fue un país que se opusiera a la formación de oligarquías, el caso de Elon Musk es sorprendente. Ahora, el empresario sudafricano no sólo es el hombre más rico del mundo, tiene un enorme peso en la escena comunicativa estadounidense y global.

Estados Unidos nunca ha sido un país que se haya opuesto a la formación de oligarquías. Durante la Edad de Oro, grandes magnates como Andrew Carnegie, John D. Rockefeller, J.P. Morgan o Cornelius Vanderbilt construyeron la industria norteamericana a su imagen y semejanza. Décadas de creación de monopolios y acaparamiento de los mercados a través de billetazos y favores presidenciales llegaron a su fin cuando Teddy Roosevelt logró promulgar la ley Sherman en 1902 y eliminó, de una vez por todas, a sus practicas anticompetitivas. A pesar de su inmenso poder, ni en los sueños más retorcidos de Carnegie ni en las fantasías más brutales de triunfo capitalista de Rockefeller, pudieron haber imaginado tener una oficina dentro de la Casa Blanca, como lo hace el billonario sudafricano Elon Musk desde el lunes 20 de enero

La transformación de Musk, que lo ha llevado de tener una imagen similar a la de un Tony Stark real al realizar un aparente saludo Nazi detrás del podio presidencial estadounidense, es digna de estudiarse. El propietario de Tesla y SpaceX ha demostrado una rápida y agresiva radicalización política desde hace algunos años, lo que le ha permitido codearse con el Partido Republicano, expandir su influencia dentro de la sociedad y cultura del país más poderoso del mundo y convertirse en uno de los íconos de la nueva ultraderecha a nivel mundial.

¿Pero cómo llegamos aquí?  De héroe del combate climático a villano posiblemente nazi hay un gran salto. Según Walter Isaacson, biógrafo de Musk, la perspectiva y alineación ideológica del empresario sufrieron un gran cambio después de que su hija trans, Vivian, declarara ante la corte que no estaba interesada en tener ningún tipo de relación con su padre. A partir de esto, el exCEO de PayPal culpó al woke mind virus (o virus mental woke) de ser la causa de todos los problemas, tanto los propios como los que enfrenta la sociedad en general, y al Partido Demócrata de ser el principal propulsor de esta “enfermedad”. Este suceso ha influenciado una buena parte de las decisiones políticas del billonario, empezando por la que representó la apertura de la caja de Pandora: su compra de Twitter por más de $44 mil millones de dólares en 2022

Cuando Musk adquirió la red social, ahora impopularmente llamada X, lo hizo con la excusa de eliminar la censura woke y restaurar la libertad de expresión al sitio web conocido por ser uno de los principales espacios de discusión política en todo el mundo. Desde entonces, la aplicación se ha convertido en una prácticamente imposible de utilizar: el despido de la mayoría del equipo de moderación de contenido; la eliminación de las cuentas verificadas, reemplazándolas por un servicio de subscripción que cuesta $8 dólares al mes, resultando en un entorno donde es difícil diferenciar entre lo verdadero y las noticias falsas; la promoción a cuentas de ultraderecha y una menor difusión de cuentas asociadas a los demócratas; la negación total a censurar a grupos neonazis mientras se retira la visibilidad de aquellas que usan palabras como cisgénero, entre otros escándalos de este tipo. 

Es claro que Elon Musk actualmente posee un gran poder sobre el discurso político estadounidense, pues él tiene la decisión final sobre lo que se puede hablar y lo que no. Pero su poder no es sólo discursivo. A raíz de la invasión rusa a Ucrania, el ejército del país invadido le hizo una petición al sudafricano para utilizar el servicio Starlink, propiedad de su empresa SpaceX, que permite a sus usuarios enlazarse a internet satelital en zonas donde otro tipo de conexión no es posible. Lo que empezó como un favor a un país necesitado, se convirtió en una evidencia de la unilateralidad del empresario, pues al no estar de acuerdo con una de las ofensivas del ejercito ucraniano, Musk decidió simplemente apagarles el internet

En Estados Unidos ahora también ostenta poder político, pues el hombre más rico del mundo será el primer director del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (o DOGE, por sus siglas en inglés, nombre inspirado en un meme viral y una criptomoneda impulsada por Musk). La misión de esta nueva oficina es reducir el gasto público y encontrar razones para despedir potencialmente a miles de empleados del Gobierno federal de nuestro país vecino. En una demostración más del crecimiento estratosférico de su influencia, se reporta que convenció al presidente Donald Trump de despedir a Vivek Ramaswamy, político quien había sido nombrado para liderar la nueva dependencia junto con el sudafricano. 

El rol de Elon Musk en el Gobierno de Estados Unidos no se limita a DOGE, pues durante la transición gubernamental estuvo presente en llamadas con varios lideres del mundo, se presentó al Capitolio para hacer saber su opinión acerca de las negociaciones presupuestarias del Congreso en diciembre y pasó varias semanas junto a Donald Trump en su residencia de Mar-a-Lago. Era natural esperar cruzarnos con Musk en el escenario de la inauguración presidencial. No fue una sorpresa, sino la culminación de una hambruna de poder que lleva fraguándose por lo menos cuatro años. Aun así, nadie esperaba ver a una de las figuras más importantes del mundo realizar abiertamente lo que a todas luces parece un saludo Nazi. 

A pesar de que la escalada en influencia del billonario ha sido estrepitosa, este no parece ser el final, sino el principio. Ahora, a través del poder de X, Musk ha hecho llamados a derrocar a los gobiernos de centroizquierda de Keir Starmer, en el Reino Unido, y de Olaf Scholz, en Alemania. Para los británicos, caso en el que el dueño de Tesla ha estado mayormente involucrado, recomendó a Nigel Farage, líder del partido ultraderechista Reform UK y supuestamente incluso ha preguntado a miembros del parlamento si es posible retirar a Starmer antes de las elecciones generales de 2029. A los germanos les dijo que la AfD, partido que es heredero espiritual de los nazis, es el único que puede salvar a su país. La cuchara del poder quiere entrar en todas las sopas. 

El caso de Musk es quizá el más emblemático, pero no el único. Durante la inauguración de Trump circularon imágenes de los hombres más ricos del mundo en primera fila, con más visibilidad que nadie más. Todos estos billonarios, como Musk, tienen un gran poder sobre la arena discursiva. Mark Zuckerberg, CEO de Meta, quien anunció que retirará los filtros de moderación de sus redes sociales; Jeff Bezos, fundador de Amazon y dueño del Washington Post, que no permitió que su equipo editorial publicara una nota respaldando a Kamala Harris en las pasadas elecciones; Tim Cook, CEO de Apple, quien donó una gran cantidad de dinero al fondo para la inauguración de Trump y Shou Zi Chew, CEO de TikTok, que recientemente se ha dedicado a hacerle propaganda al nuevo presidente por supuestamente “salvar” a su aplicación de una prohibición en Estados Unidos que había sido abalada por ambos partidos en el Congreso y por la Suprema Corte. Esta nueva administración trae consigo una nueva oligarquía, tal como en la Edad de Oro, pero con un enorme control sobre la arena comunicativa en Estados Unidos y en el mundo.