La persistencia del cuerpo. Buscadoras redefiniendo la justicia

Mientras que los canales estatales miden la justicia por los castigos ejercidos; el objetivo de las buscadoras está en encontrar, en evitar la repetición de este delito, y el modo es acompañándose, visibilizando y rompiendo el silencio.

La persistencia del cuerpo. Buscadoras redefiniendo la justicia

Mientras que los canales estatales miden la justicia por los castigos ejercidos; el objetivo de las buscadoras está en encontrar, en evitar la repetición de este delito, y el modo es acompañándose, visibilizando y rompiendo el silencio.

En nuestro país, de cada 100 delitos denunciados, sólo cuatro se investigan. En nuestro país, de cada 100 personas desaparecidas, 97 de los casos no son investigados ni se busca responsables. En nuestro país, la búsqueda persiste. Cuando buscamos a las personas desaparecidas y resistimos ante el olvido social y la indiferencia del Estado, buscamos justicia y, a su vez, nos disputamos una redefinición de la misma. 

No es un secreto que los colectivos de familias buscadoras y personas solidarias están principalmente conformados por madres, hermanas y amigas. La forma en la que las mujeres en México se mantienen en continua organización para garantizar el derecho a la vida y a la seguridad. Lejos de la romantización, esto nos ilustra sobre la situación —presente y antaña— del Estado, y, sobre todo, del horizonte desde el que se están aproximando a la justicia: una política profundamente encarnada y abierta. 

En el modelo clásico y tradicional, se piensa que la justicia proviene de un espacio específico, de un Estado, sitio del poder, que determina castigos. Las buscadoras no piensan la justicia así, no pueden porque los canales “legitimados” socialmente ignoran el 97% de las desapariciones. Las buscadoras, en su propia práctica, arrebatan el monopolio de la justicia porque quienes lo han tenido no ha podido garantizarla. Esta justicia no se reduce a una sentencia dictada en un tribunal, tiene que ver con la restauración de lo que se ha perdido: la paz, la verdad, la memoria, el cuidado mismo. 

La potencia de la presencia, resistencia y persistencia corporal de las buscadoras: mujeres a quienes históricamente se les ha negado el espacio público, mujeres constantemente marginadas de “la política”, mujeres sistemáticamente ignoradas por el Estado cuando denuncian desapariciones y toman calles. Desde estos otros espacios, con recursos colectivos y organización comunitaria, se configura una red amplia y por fuera de los canales de “la política” en los que estamos configurando un modo más orgánico de la política desde la que pensamos la justicia. La búsqueda de personas desaparecidas es, en sí misma, una subversión del orden impuesto, un rechazo constante de la mentira del Estado y de su olvido obligado.

La justicia de las buscadoras no mide como miden los modelos y procedimientos impuestos por el Estado —que él mismo ignora—. Mientras que los canales estatales miden la justicia por los castigos ejercidos; el objetivo de las buscadoras está en encontrar, en evitar la repetición de este delito, y el modo es acompañándose, visibilizando y rompiendo el silencio. Es una narrativa que se reescribe y que rediseña otra cartografía del poder: ¿qué es lo que puede el Estado? ¿Qué es lo puede esta multitud de cuerpos indignados? 

En el país de la impunidad y el desolador silencio del Estado, las mujeres buscadoras han redefinido otros modos de hacer política. Este otro modo de hacer política es la puesta en escena de todo lo que el sistema transgrede, cuerpos olvidados, explotados e invisibilizados, que ahora crean lugares de enunciación y empujan una justicia centrada en la persona, en hallarla, en evitar que esto suceda para otrxs, y por supuesto en vincular a las personas y al sistema responsable. 

Reafirman que el poder está disperso en las subjetividades, en el buscar y denunciar. Señalan que para la transformación de políticas y mecanismos de justicia han requerido de la energía y la potencia de sus cuerpos interpelados e implicados. Entonces, ¿desde donde generamos las formas contemporáneas de relacionarnos políticamente? Desde cuerpos que asumen las crisis desde sus cuerpos, que ya no son cómplices de la invisibilización y el silencio. 

¿Quiénes son las que buscan a cuerpos que les arrebataron con violencia la vida en fosas clandestinas? No es el Estado, son las madres, las hermanas, las amigas, las compañeras, la sociedad civil. ¿Quiénes rastrean y detienen redes de trata de mujeres? Son activistas, periodistas, colectivas de familias afectadas. ¿Quiénes cuentan y cartografían las vidas arrebatadas? ¿Quiénes cuidan? ¿Quiénes se oponen ante la maquinaria necrocapitalista que desecha nuestras vidas? Son los cuerpos que persisten, que resisten con dignidad, cuerpos que se niegan a desaparecer, una vez más, en la estela de impunidad. 

Buscar, acompañar, cuidar, organizar, gozar, abrazar, llorar, persistir. Estos verbos, antes relegados a la intimidad del hogar, ahora se erigen como los pilares de una nueva política. Hace años son verbos que no asociábamos con la justicia. Hoy, en nuestro país, la justicia se construye desde ahí. 

SOBRE LA AUTORA

Maestra en Filosofía por la Universidad Iberoamericana. En su ejercicio como docente, investigadora y consultora, apuesta por la ternura radical como la encarnación del compromiso político y feminista por el cuidado de lo común. Las líneas de reflexión que le convocan son las filosofías feministas, los estudios de la diversidad, la teoría queer y del cuerpo, y las resistencias comunitarias. Su motivación radica en la potencia narrativa-corporal para transformar la vida esde los registros epistémicos, ontológicos y ético-políticos.