Política exterior: ¿Qué podría seguir?
El embajador Rubén Beltrán nos cuenta tres reformas que podrían ser posibles en política exterior.
El espacio disponible es enemigo de la complejidad del tema, no queda sino enunciar algunas reformas que se antojan posibles, aquí sugiero tres.
Reforma de las Naciones Unidas
El mundo ve con asombro e impaciencia la incapacidad de las Naciones Unidas para hacer frente a los enormes retos que hoy se presentan en múltiples escenarios. Ucrania, Medio Oriente, Sudán, Ormuz y el Indo-Pacífico son focos que hacen que la humanidad esté muy cerca de una nueva conflagración global. La ONU, en su arquitectura octogenaria ha mostrado una y otra vez su ineficacia y ello es particularmente grave en el caso del Consejo de Seguridad. Hace unos días, en su última participación en la Asamblea General, el presidente Biden abrió la posibilidad de reformar el Consejo de Seguridad y de incrementar el número de países miembros. Ello es insuficiente.
Las decisiones del consejo y las de la Asamblea General, son rehenes del poder del veto de los cinco miembros permanentes. Es necesario democratizar al Consejo. La imposibilidad de tomar decisiones da lugar a la toma de decisiones unilaterales u de grupo que contravienen los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Es necesario establecer un sistema de súper mayorías en el Consejo que elimine la posibilidad de veto; ello o un mecanismo que habilite a la Asamblea General a tomar las decisiones que procedan ante un bloqueo en el Consejo de Seguridad.
Durante años, México ha luchado por la reforma de las Naciones Unidas y de su Consejo de Seguridad. México podría retomar con fuerza este tema y ejerza un liderazgo para el cambio. El cambio no será ni fácil ni rápido.
Nuestra reforma migratoria
Es hora de dar una vuelta de campana a la gestión del fenómeno migratorio. Es un tema que cruza las competencias de varias secretarías y dependencias y su respuesta tiene que ser integral. Deben continuar los esfuerzos para desarrollar mecanismos que permitan institucionalizar en la región la cooperación para el desarrollo como estrategia fundamental para arraigar a la población propensa a emigrar.
Para tener eficacia, la nueva estrategia requiere de la labor de la cancillería mexicana. No habrá un programa que pueda funcionar sin el acuerdo y cooperación reales de nuestros vecinos al norte, al sur y en el Caribe. La Conferencia Regional de Migración debe desarrollar un músculo operativo o ser sustituida por un mecanismo regional que sí lo tengay deben de detectarse fuentes de financiamiento que permitan que nuestros países desarrollen la infraestructura física y humana de la que hoy carecen para tener al fin, más allá del enunciado, una migración legal, segura y ordenada que fluya con respeto a los derechos humanos de los migrantes. Debemos reforzar nuestros programas con la OIM y ACNUR y lograr que más mexicanos se incorporen a ellos a niveles superiores.
Reforma de la visión de integración hacia América Latina y el Caribe
Nuestra región debe de recuperar el ánimo integracionista que permite avanzar a pesar de las diferencias políticas existentes. La sobre politización de las instituciones regionales no es responsabilidad de éstas sino de los Estados miembros.
Deberá crearse un incentivo para la integración económica de la región. América Latina y el Caribe presenta un panorama balcanizado. A nivel subregional, existen el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) que incluye a Belice y a República Dominicana, y es el más antiguo de todos; el Caricom, que engloba a los países caribeños de habla inglesa y que incluye a Haití, la ALADI, que incluye al resto de los países del continente, incluyendo a Cuba. Por otro lado, hay acuerdos sui generis como el Mercosur y la Alianza del Pacífico.
México podría plantear la convergencia de la ALADI, SICA Y Caricom para lograr la adopcióngeneralizada en la región de Acuerdos bilaterales de Complementación Económica (ACE) que, si bien tienen un alcance parcial, se podrían constituir en el primer instrumento regional de integración económica y sentaría bases comunes para un lenguaje estandarizado de integración regional.
Reforma de gobernanza en materia de política exterior
La interacción que demandan los actuales procesos de negociación global demanda de los Estados una participación especializada que se da de manera prácticamente simultánea en distintos foros, a distintos niveles y en las cuales distintas dependencias llevan la voz cantante. Las entidades federativas, por su parte, desarrollan su propia agenda de negocios y asuntos internacionales. En el pasado, esas mismas necesidades de interacción existían, pero se daban a un nivel de intensidad y velocidad mucho menores lo cual posibilitaba una coordinación pausada y pautada en capitales con las cancillerías.
Ello debe de subsistir, pero pareciera necesario crear una instancia de coordinación superior. Un gabinete de política exterior presidido por la presidenta de la República y coordinada por el canciller, ello para garantizar la ejecución armónica de las agendas internacionales en el marco de la política exterior del Estado mexicano. Las embajadas y representaciones de México, en el terreno, deben velar por todas las agendas, pero no pueden tener siete u ocho jefes. Las dependencias deben de desarrollar su trabajo externo, pero no podemos regresar a los tiempos en los que cada dependencia mantenía oficinas en el exterior. Debemos, sí, reforzar a nuestras embajadas y a nuestros consulados, estos últimos, además de velar por el bienestar de nuestros migrantes, tienen una amplia agenda económica y cultural por cumplir.
SOBRE EL AUTOR
Rubén Beltrán, abogado por la Universidad Iberoamericana, ingresó al Servicio Exterior Mexicano en 1982, en 2005 ascendió a embajador y en 2007 fue nombrado Embajador Eminente de México. Ha servido como funcionario de las Naciones Unidas durante ocho años.